Tardé mucho tiempo en darme cuenta. Pero si uno agudiza el oído entre los ruidos de los autos, los gritos y los picos de las eternas refacciones, se escuchan grillos en pleno Buenos Aires.
No sé si son reales o es mi alma ansiosa de escaparse, pero me encanta cuando terminada la jornada los grillos, ignorantes de toda prisa, trámite o conjura, acometen simplemente su tarea, mientras nosotros, inteligentes, desesperados, resignados, enajenados, vamos y venimos sin saber adonde ni por qué.
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